
Camino marchito
rompió mi azar,
el tiempo lo escribió
la pretensión,
al caer la saliva
por sonrisas de tela,
por darte forma
con lenguas roídas,
usando un reloj
como guía.
Agosto
se fue de mí,
con flores quemadas,
creció torcida
la sed de crear
y hacerme ver,
pues se rompió el puente
de lo que creía querer.
Es el que da
al que otorgan carga,
es el que cuida
al que no dan vida,
al que otoño
hizo caer sus días;
efímero fue el brillo
del tallo que no agarró
más que a la planta
que no solo aspiraba
a pasearse a luz de día.
Hielo es el ojo
de aquel que miraba sin ver,
sin sus labios agrietarse,
sin sus manos temblar;
el que no observó caer,
el calor del rayo
con el que se llegó
a ver,
sin cristal enjuiciado
por empañado poder.
¿Nos hacen débiles las grietas del tiempo?
Yo bailaba
al ritmo de la brisa de verano,
pero hacía frío,
sin saberlo,
ya era invierno;
y ahora,
que solo miro a la lluvia,
y no llueve,
ya no uso el tiempo.
No miré
cuando se puso el Sol,
cuando cayeron las hojas,
cuando se heló el parque,
¿dónde he pasado esta primavera?